Balkh Nishapur, Alejandría; no importa el nombre. Podemos imaginar un zoco, una taberna, un patio de altos miradores velados, un río que ha repetido los rostros de las generaciones. Podemos imaginar asimismo un jardín polvoriento, porque el desierto no está lejos. Se ha formado una rueda y un hombre habla. No nos es dado descifrar (los reinos y los siglos son muchos) el vago turbante, los ojos ágiles, la piel cetrina y la voz áspera que articula prodigios. Tampoco él nos ve; somos demasiados. Narra la historia del primer jeque y de la gacela o la de aquel Ulises que se apodó Es-Sindibad del Mar.

El hombre habla y gesticula. No sabe (otros lo sabrán) que es del linaje de los confabuladores nocturni, de los rapsodas de la noche, que Alejandro Bicorne congregaba para solaz de sus vigilias. No sabe (nunca lo sabrá) que es nuestro bienhechor. Cree hablar para unos pocos y unas monedas y en un perdido ayer entreteje el Libro de las Mil y Una Noches.

Jorge Luis Borges

Historia de la noche.
Editorial Emecé. Buenos Aires, 1977.

Lectura: Esteban Pinotti.

Análisis 

Este fragmento pertenece al «Manual Práctico» del curso «La BIBLIA de BORGES», Categoría «Exploradores del Aleph». Tu guía personal para adentrarte en el mundo de Borges. Elaborado por Esteban Pinotti.

Con las primeras palabras “Balkh Nishapur, Alejandría”, Borges me sumerge en un escenario evocador y misterioso que trasciende el tiempo y el espacio. Maestro en la creación de atmósferas literarias, me transporta a un lugar indeterminado, donde la realidad y la fantasía entrelazan sus hilos en un sutil juego de percepciones.
Aunque inicialmente no estaba familiarizado con los dos primeros lugares mencionados: Balkh y Nishapur (hoy en día ciudades de Afganistán e Irán), al vincular esos nombres con Alejandría, de inmediato mi mente se transportó a imágenes de antiguas ciudades del Oriente Medio, cargadas de historia y misticismo. Cuando Borges inicia la enumeración de elementos, recurso característico que exploraremos más a fondo en el curso, logra que mi mente defina imágenes nítidas y concretas. Me sumergí por completo en la escena. Visualicé cada detalle vívidamente. El zoco, la taberna, el patio y el río no solo enriquecen el ambiente, sino que me transportan directamente al lugar donde se desarrolla la acción. Estos elementos no son meros caprichos; al contrario, representan arquetipos que evocan historia y tradición, ofreciendo un vasto abanico de posibilidades narrativas.

A medida que avanza el texto, nos presenta a un narrador enigmático, cuya identidad y propósito permanecen ocultos. Este velo de misterio es fundamental para el impacto final, cuando descubrimos que este «alguien» es el tejedor de las antiguas narraciones que hoy nos llegan en forma de relatos. Borges describe su apariencia física de manera fragmentaria, resaltando detalles como su turbante, sus ojos ágiles y su voz áspera. En este punto del texto, su papel en la historia me resulta ambiguo: ¿es simplemente un narrador de historias o un ser dotado de poderes mágicos? La ambigüedad de su naturaleza refleja la dualidad entre lo real y lo fantástico, una característica distintiva de la obra de Borges.

«Tampoco él nos ve; somos demasiados.» Esta sencilla frase esconde una semilla que germina y trasciende la mera expresión. Borges nos ofrece una magnífica manera de encapsular ideas trascendentales en pocas palabras. Aquí, nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de nuestras acciones y su repercusión en el tiempo. El narrador, inmerso en su relato en algún rincón remoto y polvoriento del mundo, no es consciente del impacto que su narración tendrá en las generaciones futuras. Al igual que otros personajes en sus historias o poemas, como a Cristo en la cruz, al narrador le está «vedado ver» más allá de su momento presente y comprender la trascendencia de sus actos. Este “Alguien” está contando una historia, algo en apariencia tan simple, pero sus palabras resonarán más allá de su tiempo y espacio inmediatos. Aunque el narrador no sea consciente de ello, su narración perdurará a través del tiempo, llegando de alguna manera hasta nosotros. Cada ficción o relato que leemos hoy es, en cierto sentido, un eco de ese acto lejano y desconocido. Borges con una sutileza y elegancia única nos ofrece la idea que cada acto, por más pequeño e insignificante que sea, puede tener un impacto duradero y trascendente en la historia. “No cabría anular un solo hecho remoto, por insignificante que fuera, sin invalidar el presente” escribió en su cuento “La otra muerte”.

Sin revelarme el desenlace, la historia gradualmente me sumerge en el universo narrativo de “Las Mil y Una Noches”, ese libro legendario que Borges amaba tanto, repleto de historias fascinantes y personajes inolvidables. La mención de figuras como el primer jeque y la gacela, así como la referencia a Ulises como Es-Sindibad del Mar, no son inocentes. Aunque puedan parecer inconexas o caóticas a simple vista, están cuidadosamente seleccionadas y son indispensables para el conjunto final. Estos elementos me transportan a la rica tradición oral y literaria del Oriente, donde los relatos se entrelazan en una red interminable de mitos y leyendas, aportando profundidad y complejidad al texto.

La mención de los «confabuladores nocturnis», esa estirpe o tradición de narradores o contadores de historias que se congregaban durante la noche para compartir relatos y leyendas, evoca un ambiente de conspiración, camaradería y misterio, ocultos en las sombras de la noche.

«Alejandro Bicorne» es una alusión a Alejandro Magno, el famoso conquistador de la antigüedad. La mención de su nombre evoca la imagen de un líder poderoso y enigmático. El término «Bicorne» posiblemente hace referencia al tipo de sombrero de dos puntas que solía usar Alejandro Magno. Este «Alguien», aparentemente insignificante al principio al realizar un acto casual como contar historias por la noche, adquiere una nueva dimensión. Alejandro Magno también profesaba ese hábito, como lo sugiere la frase siguiente: «congregaba para solaz de sus vigilias». Durante la noche, Alejandro Magno reunía a estos narradores o contadores de historias para distraerse y reflexionar sobre sus acciones y conquistas mientras vigilaba.

En definitiva «Alguien» parece un texto simple, y es una obra con múltiples significados, un universo encapsulado que nos permite sumergirnos en la narrativa de Borges. Al llegar a la última línea, nos confronta con nuestra propia existencia como receptores de historias. Nos invita a reflexionar sobre cómo, en algún momento de nuestras vidas, hemos sido cautivados por un cuento, una ficción o una narrativa similar a la que este «alguien» nos está ofreciendo. Este narrador anónimo trasciende su carácter de personaje en el relato que estamos leyendo para convertirse en una representación de Borges mismo, quien nos está contando esta historia. A su vez, nos invita a reflexionar sobre nuestra propia participación en la perpetuación de estas narrativas a lo largo del tiempo. Borges nos hace conscientes de nuestro papel como lectores y cómo nuestra interpretación y difusión de estas historias contribuyen a mantener viva la tradición literaria. Es un recordatorio de la poderosa influencia que las historias tienen en nuestras vidas y en cómo moldean nuestra comprensión del mundo. Borges nos sugiere que tú y yo, ahora mismo, como lectores, dejamos de ser meros espectadores para convertirnos en un eslabón más de la trama. Nos integramos a la red invisible que los confabuladores nocturnis urdieron para las generaciones venideras. En este juego literario, somos partícipes activos en la transmisión y reinterpretación de las narrativas que nos llegan, contribuyendo así a su perpetuación y enriquecimiento a lo largo del tiempo.

Esteban Pinotti

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