Contexto
«BORGES el memorioso»
Conversaciones de Jorge Luis Borges con Antonio Carrizo.
FONDO DE CULTURA ECONOMICA. MEXICO – BUENOS AIRES (1982).
Carrizo. Siguiendo el orden del volumen, aparece ahí el título, «Artificios», que es como otro libro que está dentro del libro.
Borges. Sí, pero yo no sé a qué división corresponde, ahora. Eso yo lo supe alguna vez.
Carrizo. Y aparece el otro cuento que elegiría este amigo que usted tan generosamente ha aceptado para los diálogos y que le habla, Borges. Ese cuento es Funes el memorioso. Ese es un cuento lindísimo.
Borges. Sí. Recuerdo el argumento. Es un hombre que muere abrumado por la carga de su memoria, ¿no? Es un hombre que muere joven y abrumado por los muchos recuerdos. Creo que ese es el tema. Un hombre de memoria infinita, que muere muy joven.
Bartholomew. De memoria implacable.
Borges. Sí. Y ahí aparezco yo, pero en una fecha imposible. Porque yo converso con él en una fecha en la cual yo no había nacido todavía. Yo quería situar aquello bastante lejos. Y lo sitúo en Fray Bentos. Porque yo pasé diez días en Fray Bentos; después creí haber pasado dos o tres meses. Porque, claro, para los chicos diez días son un tiempo muy largo. Mi madre me dijo: “ No, estuvimos diez días en Fray Bentos, no más”. Yo estaba seguro de que habíamos pasado meses. Y no volví nunca.
Carrizo. Esa aparición de Ireneo, en el cuento, cuando Bernardo le dice: ¿Qué horas son, Ireneo? Sin consultar el cielo, sin detenerse, el otro respondió: Faltan cuatro minutos para los ocho, joven Bernardo Juan Francisco.
Borges. Claro, porque en el Uruguay, no dicen niño, sino joven. Joven es respetuoso en el Uruguay, aquí no. Aquí es un poco insolente decirle joven a alguien. Pero allá las sirvientas dicen joven en lugar de niño. Pero ya no se dice niño tampoco aquí. Carrizo. Pero yo hablo del fenómeno dramático. La aparición del personaje.
Borges. Es cierto. Tiene razón, sí.
Carrizo. …es asombrosa, ¿no?
Borges. Sí.
Carrizo. Dando la hora sin consultar cielo ni reloj. Borges. Sí. Queda muy raro.
Carrizo. Después resulta que era hijo de una planchadora del pueblo, María Clementina Funes. Usted vuelve a Buenos Aires. Vuelve a ver a Ireneo algún tiempo después. Ireneo ya está tullido.
Borges. Y Clementina queda muy criollo, ¿no?
Carrizo. Sí. Entonces, este Ireneo le empieza a enumerar, en latín y español, los casos de memoria prodigiosa registrados por la “Naturalis historia”. Empieza a darle como un examen de memoria.
Borges. Claro, porque él ha leído el libro ese; él ha leído la Historia natural, de Plinio y recuerda todo. Que es un libro lindísimo; es la más antigua de las enciclopedias, la Historia natural de Plinio. No es solamente la historia natural, sino de arquitectura, de mitología, de historia: en fin, una enciclopedia total.
Carrizo. Funes le dice que antes de esa tarde lluviosa en que lo volteó el azulejo, él había sido lo que son todos los cristianos: un ciego, un sordo, un abombado, un desmemoriado.
Borges. Sí, sí. Está bien que ese don haya sido… que esa memoria haya sido el don de un accidente. Queda bien, ¿no?
Carrizo. Claro.
Borges. Y ese accidente, desde luego, lo ha perjudicado.
Carrizo. Ha quedado tullido, el hombre.
Borges. Sí, ha quedado tullido y abrumado por la memoria infinita, o por la minuciosa memoria. Sí.
Carrizo. Ireneo le dice, más adelante: Más recuerdos tengo yo solo, que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo. Y también: Mis sueños son como la vigilia de ustedes. Y también, hacia el alba: Mi memoria, señor, es como un vaciadero de basuras.
Borges. Esas frases están bien, porque se contradicen un poco. y al mismo tiempo se complementan.
Carrizo. Funes le dice que había discurrido un sistema original de numeración y que en muy pocos días había rebasado el veinticuatro mil.
Borges. Sí, con cifras insensatas, porque no son un sistema.
Carrizo. ¿Le leo?
Borges. Sí. Y o creo que son absurdas todas.
Carrizo No lo había escrito, porque lo pensado una sola vez ya no podía borrársele. Su primer estímulo, creo, fue el desagrado de que los treinta y tres orientales requirieran dos signos y tres palabras, en lugar de una sola palabra y un solo signo.
Borges. ¡Ah, sí!
Carrizo. Aplicó luego ese disparatado principio a los otros números. En lugar de siete mil trece, decía (por ejemplo) “Máximo Pérez»; en lugar de siete mil catorce, “El ferrocarril»; otros números eran “Luis Melián Lafinur».
Borges. Bueno, mi tío, sí.
Carrizo. “Olimar”, “azufre», “los bastos», “la ballena», “el gas», “la caldera», “Napoleón».
Borges. La “caldera” es la “pava” en el Uruguay.
Carrizo. “Agustín de Vedia”. En lugar de quinientos, decía “nueve”.
Borges. (Ríe). Sí, queda gracioso todo eso, ¿eh? Además es la idea de una persona muy bruta, ¿no? Porque ese sistema que él ha ideado es absurdo.
Carrizo. Claro. Usted le dijo que decir 365 era decir tres centenas, seis decenas, cinco unidades; análisis que no existe en los números “El Negro Timoteo» o “manta de carne”.
Borges. Claro. “El Negro Timoteo” era una revista satírica, creo. Y “manta de carne” yo lo he oído en los mataderos, en el Salto Oriental. Una “ manta de carne” ; queda horrible, ¿no?
Carrizo. Claro. Usted agrega: Funes no me entendió o no quiso entenderme.
Bartholomew. Pero qué curioso. En toda esta enumeración, caótica, usted no perdona: siempre la euritmia; siempre el equilibrio.
Borges. Bueno, es que las enumeraciones caóticas no existen. Si fueran caóticas serían intolerables. Tiene que haber siempre algo de cósmico en lo caótico. Y creo que aquí yo he observado eso.
La enumeración caótica no es caótica. Ese es un error de no sé qué tratadista alemán.
Bartholomew. Leo Siptzer.
Borges. De Leo Spitzer, sí. No, tiene que ser cósmica. Tiene que haber un orden. Porque si no sería disparatada, simplemente.
Carrizo. El cuento termina: Había aprendido sin esfuerzo el inglés, el francés, el portugués, el latín. Sospecho, sin embargo, que no era muy capaz de pensar.
Borges. No.
Carrizo. Pensar es olvidar diferencias, es generalizar, abstraer. En el abarrotado mundo de Funes no había sino detalles, casi inmediatos.
Borges. Podemos decir que era un erudito. (Sonríe). Un mero erudito. Sí.
Carrizo. La recelosa claridad de la madrugada entró por el patio de tierra. Entonces vi la cara de la voz que toda la noche había hablado. Ireneo tenía diecinueve años;
Borges. Queda bien la cara de la voz ¿no? Como si la cara fuera un adjetivo y lo sustantivo fuera la voz.
Carrizo. …había nacido en 1868; me pareció monumental como el bronce, más antiguo que Egipto, anterior a las profecías y a las pirámides. Pensé que cada una de mis palabras (que cada uno de mis gestos) perduraría en su implacable memoria;…
Borges. ¡Pero es terrible! Es un lindo cuento.
Carrizo. …me entorpeció el temor de multiplicar ademanes inútiles. Claro, porque lo estaba cargando de datos a Funes.
Borges. Que es lo que está pasando ahora, que están registrando lo que decimos.
Carrizo. Y usted no quería pesar sobre él.
Borges. Sí.
Carrizo. Y termina: Ireneo Funes murió en 1889, de una congestión pulmonar.
Borges. Claro. Tanto tiempo de espaldas, en la cama. Y muere muy joven, ¿no? Muy joven, y estúpido. Dotado de memoria, nada más.
Carrizo. Este cuento es muy emocionante. Pero yo no sé si Funes es un estúpido. Si la erudición y la memoria son solamente…
Borges. No.
Carrizo. Porque usted ve en él algo monumental como el bronce.
Borges. El bronce no se parece al pensamiento; ni a la lógica; ni a la invención tampoco.
Bartholomew. Anterior a las profecías.
Borges. Claro. Anterior. Es algo elemental. Es como el barro; es como los primeros días del Génesis.
«BORGES el memorioso»
Conversaciones de Jorge Luis Borges con Antonio Carrizo.
FONDO DE CULTURA ECONOMICA. MEXICO – BUENOS AIRES (1982).
Borges: — Yo escribí «Funes el memorioso», no sé si bien o mal, pero con un buen resultado curativo, terapéutico, ya que dejé de sufrir insomnio. Bueno, yo trataba de olvidarme de mí mismo para dormir, pero seguía pensando en mí mismo, acostado, pensaba minuciosamente en mi cuerpo, en los libros, en los muebles, en la habitación, en el patio, en la quinta, en las estatuas de la quinta, en la verja, en las casas vecinas, yo estaba como abrumado por el universo y pensaba también en los astros.
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1.- ¿Cómo afecta la incapacidad de olvidar de Funes a su calidad de vida y relaciones humanas? Considerando que Funes recordaba cada detalle sin poder abstraer ni generalizar, ¿cómo crees que esto influía en su interacción con el mundo y las personas que lo rodeaban?
2.- En la historia, Borges explora la relación entre memoria y aprendizaje. ¿Piensas que tener una memoria prodigiosa como la de Funes sería más un don o una maldición en el proceso de aprendizaje y por qué?
3.- Funes desarrolla un sistema de numeración propio, asignando un nombre único a cada número. ¿Qué nos dice esto sobre su comprensión del lenguaje y la comunicación? ¿Es posible que un lenguaje tan detallado sea práctico o incluso deseable?
4.- Borges utiliza a Funes para cuestionar la naturaleza y los límites del conocimiento humano. ¿Crees que el cuento sugiere que hay un equilibrio necesario entre recordar y olvidar para alcanzar la sabiduría?
5.- ¿Qué elementos del cuento te parecen más destacados en la prosa de Borges? ¿Hay alguna frase o pasaje en particular que te haya impactado?
6.- ¿Qué mensaje crees que Borges transmite con la historia de Funes? ¿Qué reflexiones te deja sobre la naturaleza de la memoria, la realidad y la identidad? ¿Crees que la historia tiene alguna relevancia en el mundo actual?
7.- ¿Qué opinas del estilo narrativo de Borges en este cuento? ¿Cómo crees que contribuye a la atmósfera y al mensaje de la historia?
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Esteban Pinotti
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