La traición y la identidad en "La forma de la espada"
Cada cuento de Borges es una puerta hacia lo insondable. En «La forma de la espada», se explora la compleja naturaleza de la identidad y la necesidad de confesión que el peso de la culpa acarrea, expuesta en una cicatriz que es tanto una herida física como una marca indeleble de traición. Esta marca, lejos de ser una mera descripción física, se convierte en el símbolo central de la trama, una llave que abre el pasado oculto del protagonista. La narración en primera persona nos acerca a su mundo emocional, nos sumerge en la experiencia del protagonista. Podemos sentir en sus palabras el dolor y el desprecio por aquel acto «ajeno» de cobardía y la traición que sufrió durante la época de la rebelión.
La estructura circular del cuento, comenzando y terminando con el narrador, refuerza la sensación de inevitabilidad y destino que permea la obra de Borges.
La cicatriz funciona como un recordatorio constante de la traición, una manifestación física del resentimiento hacia el cobarde (el otro) o la culpa (de sí mismo) que el protagonista lleva expuesta. ¿Cuál es la verdadera naturaleza de la traición? ¿Cuál es el propósito de toda redención? El acto central del cuento es la confesión del protagonista, quien, como en un rito religioso, busca la expiación, un intento de liberarse del peso de su propio acto infame.
La historia, ya viciada inicialmente por las distorsiones de la memoria, está contada desde una perspectiva subjetiva. Borges nos invita una vez más a cuestionar la naturaleza del conocimiento y el concepto de «la verdad» como única realidad. A lo largo del relato, vivido por el protagonista y contado a su interlocutor, experimentamos la misma historia desde dos perspectivas subjetivas. La primera, funcional para el confesor: «Le he narrado la historia de este modo para que usted la oyera hasta el fin.» Luego, el giro subjetivo definitivo: «Yo he denunciado al hombre que me amparó: yo soy Vincent Moon. Ahora desprécieme.» Yo soy el otro. Este desdoblamiento de identidad es un tema recurrente en Borges, presente en textos como «El otro» y «Borges y yo».
«La forma de la espada» es un relato que cumple con la esencia del estilo borgeano: una narrativa precisa y concisa que explora temas universales a través de símbolos y estructuras complejas. En el mundo de Borges, cada historia es un espejo que refleja no solo el alma de sus personajes, sino también la nuestra.
Destinaremos una clase en el curso La BIBLIA de BORGES a seguir desentrañando las diversas capas de significado que se ocultan entre estas líneas.
Esteban Pinotti
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Esteban, gracias por este y por todos los cuentos tan precisamente leídos. Siempre es un placer recibir estos textos exquisitos en tu voz.
¡Hola, Silvina! ¡Gracias! ¡Qué lindo leer tu comentario! Me alegra mucho saber que disfrutas de los cuentos tanto como yo. La verdad es que compartir estas historias es un verdadero placer. Gracias a ti por ser parte de esta comunidad y por tus palabras tan cálidas. Es genial tener a alguien que aprecia la literatura con tanta pasión y cariño. ¡Espero que sigamos disfrutando juntos de muchos más cuentos!
Un abrazo literario,
Esteban.-
Puntos resaltantes para mí de este cuento:
Los rasgos regionales incrustados en la descripción física y sicológica de los personajes:
1-Extranjero de temperamento severo, solitario, parco, cruel, bebedor, justo.
2-Habitantes de la zona, atributo idiosincrático: “dicen que era contrabandista” , se lo llama el “inglés», siendo irlandés, regionalismo puro de una sociedad que impulsa sus relatos basándose en lo que tiene e imagina. El que le vendió la tierra, no lo quería hacer, pero fue convencido cuando el comprador recurrió a relatar lo que todos querían saber. Insisto: regionalismo puro.
Son 2 historias juntas, por un lado, el encuentro del narrador: Borges, con el personaje misterioso de la cicatriz y todo lo que ello genera, introduciendo a otra historia donde éste, “el irlandés” relata su participación en la guerra civil.
El segundo narrador, presenta a Irlanda, como una mezcla de sensaciones: alterna de forma enredada las tranquilas ciénagas, cita a los toros, los peces, las montañas, en alegorías y metáforas que atan y desatan en una complejidad intensa, con un extraño deleite gramatical, por momentos, abrumador.
Seguidamente, presenta a Moon en 3era persona: caracterización física poco agraciada, inclinación política bien determinada, algo degradante en lo primitivo que resultaba en el razonamiento de los conflictos universales, claramente pretencioso en sus juicios e irrevocablemente convencido en sus análisis inquisidores.
Alusión al tiroteo. Desmembrar al personaje en dos de una manera perfecta: por un lado, el Moon que queda paralizado ante el horror, por otro, la versión que tiende a la huida, al rescate, a la respuesta adrenérgica tangible y corriente de luchar por la supervivencia.
La retahíla de controversias, ideas confrontadas, pensamientos ambiguos, tenacidad en el proceso de obnubilación al espectador, expone la cobardía de Moon, las consecuencias de lo singular a lo pluralizado, cómo afecta una sola acción al resultado en conjunto, la contaminación involuntaria que se da del uno para los otros; evoca a Cristo, Shakespeare, Schopenhauer.
Insistencia en generar embotamiento mental con tantos pensamientos fantasiosos, pero no imposibles.
El remate macabro donde señala la imaginación embrutecida y convulsa: el que dijo ser traicionado, entregado, delatado; se describía a sí mismo. ¿Quién era el personaje inicial que recibió a Moon y que fue traicionado?, ¿Quién dibujó la tajada en el rostro de Moon?
La encrucijada del irlandés y de cada humano, que huyendo de un pasado que lo dejó marcado, intenta resetear su vida, en otro lugar, con lo que queda de él mismo ¿Hasta qué punto uno logra reconstruirse después de anécdotas de sangre desleal y cobarde? ¿En qué nos convertimos cuando recogemos lo que nos queda de nosotros mismos?
Cada uno de nosotros, capaz tengamos una historia similar. «Un hombre, es todos los hombres».
¡Hola, Liz! ¡Qué gusto leer tu comentario! Me encantó cómo desglosaste los puntos resaltantes del cuento con tanto detalle y pasión. Me hiciste recordar por qué amo la literatura.
Coincido contigo en lo que mencionas sobre los rasgos regionales. Esa mezcla de percepciones y prejuicios locales, donde un irlandés termina siendo «el inglés», refleja tan bien cómo las sociedades construyen sus historias y sus personajes a partir de fragmentos de realidad y mucha imaginación. Es un regionalismo que le da una riqueza única al relato.
La forma en que mencionas las dos historias entrelazadas es fascinante. El narrador Borges se encuentra con este enigmático hombre de la cicatriz, y de ahí nos lleva a una Irlanda llena de contrastes y metáforas que casi podemos tocar. Esa complejidad que describes, esa alternancia entre la tranquilidad de los paisajes y la intensidad de las sensaciones, es una obra maestra en sí misma.
Y qué decir de Moon, con su físico poco agraciado y sus juicios tan firmes. La dualidad de su personaje, entre el horror y la valentía, es una muestra perfecta de cómo la literatura puede diseccionar la naturaleza humana. La cobardía, las consecuencias de nuestros actos, cómo una sola acción puede repercutir en todos los demás… ¡Es increíble cómo lo explicas!
El desenlace, con la traición y la auto-descripción, plantea preguntas profundas sobre la identidad y la redención. ¿Quiénes somos después de haber sido marcados por nuestro pasado? ¿Hasta dónde podemos reconstruirnos? Tu reflexión final me dejó pensando: «Un hombre, es todos los hombres». Es una idea tan Borges, y una verdad tan simple y tan poderosa a la vez.
Gracias por compartir tu visión con tanto detalle y emoción. Realmente enriqueciste nuestra comprensión del cuento. ¡Un abrazo literario!
P.D. Espero leer más comentarios tuyos en el foro. ¡Tienes una manera de analizar que atrapa! 😉