LA BIBLIA DE BORGES. El viaje total

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CATEGORÍA – MORADORES DE TLÖN – SESIÓN 1 – EL ORDEN Y EL CAOS EN BORGES

Lección 1: La Intertextualidad como recurso. Un acertijo lúdico.

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¿Qué tanto puedes reconocer a Borges en un texto? ¿Jugamos?

 Descubre las citas de Borges. Acertijo intertextual.

Un ejercicio lúdico para Moradores de Tlön

LA BIBLIA de BORGES

Un curso para VOLVER a sus letras

Descubre las citas de Borges. Un acertijo intertextual. ¿Cuánto recuerdas de tus lecturas de Borges? ¿Jugamos?

El poder de síntesis y esencialidad que tienen las frases de cualquier texto de Borges hace que resuenan como ecos en la memoria de sus lectores, evocando emociones y universos literarios propios. Su prosa, rica en intertextualidad y referencias a otros autores y obras, teje un entramado complejo que estimula la reflexión y, por qué no, al desafío intelectual al que te invito. La esencia de las citas de Borges radica en su capacidad para trascender su contexto original. Extraídas de sus cuentos o ensayos, adquieren vida propia y se convierten en universos independientes, generando nuevas conexiones y significados. Para celebrar y disfrutar de esta magia te propongo un ejercicio lúdico que solo los expertos moradores de Tlön podrán descifrar.

¿Te atreves? Toma papel y bolígrafo. Deberás contar cuidadosamente cuántas citas de Borges identificas en un texto breve. Aquí tienes una pista: hay 28. La respuesta se encuentra al final. Ante una duda no vale ir a google. Sí (y siempre sí) vale recurrir al libro. La clave está en poner a prueba tu memoria lectora y tu conocimiento de la obra de Borges. Si no logras identificar todas las referencias, no te preocupes. Lo importante es disfrutar del desafío y seguir explorando la riqueza de la obra de Borges.

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¿Cuáles son los cuentos de Borges que componen el entramado de citas que construyen la siguiente historia? ¿Cuántas de las 28 citas puedes reconocer? *  

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La HISTORIA de la BIBLIA de BORGES

Debo advertirte que la experiencia que voy a relatar no la he vivido de manera directa sino que me fue dada entre sueños o en lo que llamamos vigilia, aquello que tú yo sabemos que es un sueño que sueña no soñar. Dudé en contar la historia, porque parece increíble, en efecto, pero se impondrá a todos, porque sustancialmente es cierta. Afirmar que es verídico es ahora una convención de todo relato fantástico; el mío, sin embargo, es verídico. La BIBLIA de BORGES llegó a mí de una manera extraña. Hará unos meses, al atardecer, oí un golpe en la puerta. Abrí y entró un desconocido. Era un hombre alto, de rasgos desdibujados. Acaso mi miopía los vio así. Le señalé una silla. El hombre tardó un rato en hablar. Exhalaba melancolía, como yo ahora.
—Vendo biblias —me dijo.
No sin pedantería le contesté:
—En esta casa hay algunas biblias inglesas, incluso la primera, la de John Wiclif. Tengo asimismo la de Cipriano de Valera, la de Lutero, que literariamente es la peor, y un ejemplar latino de la Vulgata. Como usted ve, no son precisamente biblias lo que me falta.
Al cabo de un silencio me contestó.
—Puedo mostrarle una BIBLIA infinita que tal vez le interese. La adquirí en un perdido arrabal de Buenos Aires. Abrió la valija y la dejó sobre la mesa. Era un volumen en octavo, encuadernado en tela. En el lomo decía LA BIBLIA DE BORGES. Con cierta arrogancia me dijo: –Esta BIBLIA es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo.– No acerté a pronunciar una palabra. Fue como si me ofrecieran el mar.  Abrí sus páginas y el universo físico se detuvo. Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré en cada módulo de este curso, sucesivo, porque el lenguaje lo es. Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros una BIBLIA infinita? Las imágenes se sucedían como relámpagos mientras volteaba las hojas: un tigre, una esquina rosada, un cuchillo, un bastón, un espejo (que no me reflejó), un reloj de arena, una moneda, mil laberintos que eran una solo, un ajedrez, unas nubes, unas espadas, una biblioteca y una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor representada por la primera letra del alfabeto hebreo. Quise deternerme en esa página. Fue entonces que el desconocido me dijo:—Mírela bien. Ya no la verá nunca más.

Había una amenaza en la afirmación, pero no en la voz.  Bajó su tono y en ánimo de confesión me dijo —puedo afirmar que esta «BIBLIA» está hecha de arena, ya que ni la lectura de Borges ni la arena tienen ni principio ni fin. Si el espacio es infinito, nos encontramos en cualquier punto del espacio; si el tiempo es infinito, estamos en cualquier punto del tiempo. Cambió la voz y con un registro mas íntimo me declaró: —No importa las veces que haya leído un texto de Borges, siempre será nuevo ante sus ojos.— Lo miré en silencio y pensé: siempre es una palabra que no está permitida a los hombres. Nuestra conversación ya había durado demasiado para ser la de un sueño. Lo acompañé hasta la puerta y le dije que en esa casa siempre sería bienvenido. Ambos sabíamos que no volveríamos a vernos.
Toda esa noche no dormí, pues algo estaba combatiendo en mi corazón. Durante una semana de curiosa felicidad, casi creí ser Borges. La obra se renovó para mí. Me sentí señor de un tesoro intacto y secreto. Mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo. Me sentí, por un tiempo indeterminado, percibidor abstracto del mundo. Al principio yo había sufrido el temor de estar loco; con el tiempo creo que hubiera preferido estar loco. La BIBLIA infinita me secuestró. Me quedaban unos amigos; dejé de verlos. Prisionero del libro, casi no me asomaba a la calle. 

Han transcurrido muchos años desde aquel atardecer. No lo escribí inmediatamente porque mi primer propósito fue olvidarlo, para no perder la razón. Ahora, en 2024, pienso que si lo escribo, los otros lo leerán como un cuento y, con los años, lo será tal vez para mí. Lo cierto es que vivimos postergando todo lo postergable; tal vez todos sabemos profundamente que somos inmortales y que tarde o temprano, todo hombre hará todas las cosas y sabrá todo. En un intento por calmar mi fascinación, hace algunos años opté por abrir una cuenta de Twitter y compartirla con el mundo, desgranando en píldoras algunas de estas maravillas imposibles. Tras incontables tuits, hoy he tomado la decisión de abrir «La BIBLIA de BORGES” al mundo y compartirlo contigo. Espero que este curso nos ayude a renovar nuestra lectura de Borges. Será como una suerte de libro íntimo. Una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción, singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica. «La rosa es sin porqué», dijo Ángelus Silesius; siglos después, Whistler declararía «El arte sucede».
Ojalá seas el lector que este curso aguardaba.

Te espero del otro lado del espejo.
Esteban.-

* Encuentra la respuesta al acertijo junto con cada una de las referencias de las citas en el Módulo 1 del curso “LA BIBLIA DE BORGES” categoría Tlön.

Importante: 

* No hay necesidad de buscar las respuestas en internet. La clave está en tu memoria lectora y en tu conocimiento de la obra de Borges.

* Si no logras identificar todas las referencias, no te preocupes. Lo importante es disfrutar del juego y explorar la riqueza intertextual de la obra de Borges.


Sigue las (28) REFERENCIAS:

Debo advertirte que la experiencia que voy a relatar no la he vivido de manera directa sino que me fue dada por un sueño (1) o lo que llamamos vigilia, aquello que tú yo sabemos que es un sueño que sueña no soñar (2). Dudé en contar la historia, porque parece increíble, en efecto, pero se impondrá a todos, porque sustancialmente es cierta (3). Afirmar que es verídico es ahora una convención de todo relato fantástico; el mío, sin embargo, es verídico (4). La BIBLIA de BORGES llegó a mí de una manera extraña. Hará unos meses, al atardecer, oí un golpe en la puerta. Abrí y entró un desconocido (5). Era un hombre alto, de rasgos desdibujados. Acaso mi miopía los vio así. Le señalé una silla. El hombre tardó un rato en hablar. Exhalaba melancolía, como yo ahora.
—Vendo biblias —me dijo.
No sin pedantería le contesté:
—En esta casa hay algunas biblias inglesas, incluso la primera, la de John Wiclif. Tengo asimismo la de Cipriano de Valera, la de Lutero, que literariamente es la peor, y un ejemplar latino de la Vulgata. Como usted ve, no son precisamente biblias lo que me falta.
Al cabo de un silencio me contestó.
—Puedo mostrarle una BIBLIA infinita que tal vez le interese. La adquirí en un perdido arrabal de Buenos Aires (6). Abrió la valija y la dejó sobre la mesa. Era un volumen en octavo, encuadernado en tela. En el lomo decía LA BIBLIA DE BORGES (7). Con cierta arrogancia me dijo: –Esta BIBLIA es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo (8).– No acerté a pronunciar una palabra. Fue como si me ofrecieran el mar (9). Abrí sus páginas y el universo físico se detuvo (10). Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré en cada módulo de este curso, sucesivo, porque el lenguaje lo es. Todo lenguaje es un alfabeto de símbolos cuyo ejercicio presupone un pasado que los interlocutores comparten; ¿cómo transmitir a los otros una BIBLIA infinita? (11) Las imágenes se sucedían como relámpagos mientras volteaba las hojas: un tigre, una esquina rosada, un cuchillo, un bastón, un espejo (que no me reflejó), un reloj de arena, una moneda, mil laberintos que eran una solo, un ajedrez, unas nubes, unas espadas, una biblioteca y una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor (12) representada por la primera letra del alfabeto hebreo. Quise detenerme en esa página. Fue entonces que el desconocido me dijo:—Mírela bien. Ya no la verá nunca más (13).
Había una amenaza en la afirmación, pero no en la voz.  Bajó su tono y en ánimo de confesión me dijo —puedo afirmar que esta «BIBLIA» está hecha de arena, ya que ni la lectura de Borges ni la arena tienen ni principio ni fin (14). Si el espacio es infinito, nos encontramos en cualquier punto del espacio; si el tiempo es infinito, estamos en cualquier punto del tiempo (15). Cambió la voz y con un registro mas íntimo me declaró: —No importa las veces que haya leído un texto de Borges, siempre será nuevo ante sus ojos.— Lo miré en silencio y pensé: siempre es una palabra que no está permitida a los hombres (16). Nuestra conversación ya había durado demasiado para ser la de un sueño (17). Lo acompañé hasta la puerta y le dije que en esa casa siempre sería bienvenido. Ambos sabíamos que no volveríamos a vernos (18)
Toda esa noche no dormí, pues algo estaba combatiendo en mi corazón (19). Durante una semana de curiosa felicidad, casi creí ser Borges. La obra se renovó para mí (20). Me sentí señor de un tesoro intacto y secreto (21). Mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo (22). Me sentí, por un tiempo indeterminado, percibidor abstracto del mundo (23). Al principio yo había sufrido el temor de estar loco; con el tiempo creo que hubiera preferido estar loco (24). La BIBLIA infinita me secuestró. Me quedaban unos amigos; dejé de verlos. Prisionero del libro, casi no me asomaba a la calle (25).

Han transcurrido muchos años desde aquel atardecer. No lo escribí inmediatamente porque mi primer propósito fue olvidarlo, para no perder la razón. Ahora, en 2024, pienso que si lo escribo, los otros lo leerán como un cuento y, con los años, lo será tal vez para mí (26). Lo cierto es que vivimos postergando todo lo postergable; tal vez todos sabemos profundamente que somos inmortales y que tarde o temprano, todo hombre hará todas las cosas y sabrá todo (27). En un intento por calmar mi fascinación, hace algunos años opté por abrir una cuenta de Twitter y compartirla con el mundo, desgranando en píldoras algunas de estas maravillas imposibles. Tras incontables tuits, hoy he tomado la decisión de abrir «La BIBLIA de BORGES” al mundo y compartirlo contigo.
Espero que este curso nos ayude a renovar nuestra lectura de Borges. Será como una suerte de libro íntimo. Una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos. Ocurre entonces la emoción, singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica. «La rosa es sin porqué», dijo Ángelus Silesius; siglos después, Whistler declararía «El arte sucede».
Ojalá seas el lector que este curso aguardaba. (28).
Te espero del otro lado del espejo.
Esteban.-


(1)

“La escena de la transformación le fue dada a Stevenson por un sueño.”
Fines del Siglo XIX
Introducción a la literatura inglesa (1965)


(2)

“Sentir que la vigilia es otro sueño
que sueña no soñar y que la muerte
que teme nuestra carne es esa muerte
de cada noche, que se llama sueño.”
Arte Poética


(3)

“La historia era increíble, en efecto, pero se impuso a todos, porque sustancialmente era cierta. Verdadero era el tono de Emma Zunz, verdadero el pudor, verdadero el odio. Verdadero también era el ultraje que había padecido; sólo eran falsas las circunstancias, la hora y uno o dos nombres propios.”
Emma Zunz


(4)

“Afirmar que es verídico es ahora una convención de todo relato fantástico; el mío, sin embargo, es verídico.”
El Libro de Arena.


(5)

“Hará unos meses, al atardecer, oí un golpe en la puerta. Abrí y entró un desconocido. Era un hombre alto, de rasgos desdibujados. Acaso mi miopía los vio así. Todo su aspecto era de pobreza decente. Estaba de gris y traía una valija gris en la mano. En seguida sentí que era extranjero. Al principio lo creí viejo; luego advertí que me había engañado su escaso pelo rubio, casi blanco, a la manera escandinava. En el curso de nuestra conversación, que no duraría una hora, supe que procedía de las Orcadas.
Le señalé una silla. El hombre tardó un rato en hablar. Exhalaba melancolía, como yo ahora.
—Vendo biblias —me dijo.
No sin pedantería le contesté:
—En esta casa hay algunas biblias inglesas, incluso la primera, la de John Wiclif. Tengo asimismo la de Cipriano de Valera, la de Lutero, que literariamente es la peor, y un ejemplar latino de la Vulgata. Como usted ve, no son precisamente biblias lo que me falta.
Al cabo de un silencio me contestó.
—No sólo vendo biblias. Puedo mostrarle un libro sagrado que tal vez le interese.”
El Libro de Arena.


(6)

“Lo adquirí en los confines de Bikanir.”
El Libro de Arena.


(7)

“Abrió la valija y lo dejó sobre la mesa. Era un volumen en octavo, encuadernado en tela. Sin duda había pasado por muchas manos. Lo examiné; su inusitado peso me sorprendió. En el lomo decía Holy Writ y abajo Bombay.”

El Libro de Arena.


(8)

“La casa es del tamaño del mundo; mejor dicho, es el mundo.”
La Casa de Asterión


(9)

“No acerté a pronunciar una palabra. Fue como si me ofrecieran el mar.”
La Memoria de Shakespeare


(10)

“El universo físico se detuvo.”
El Milagro secreto.


(11)

“Lo que vieron mis ojos fue simultáneo: lo que transcribiré, sucesivo, porque el lenguaje lo es. Algo, sin embargo, recogeré.”
El Aleph


(12)

“Una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor.”
El Aleph


(13)

“Fue entonces que el desconocido me dijo:—Mírela bien. Ya no la verá nunca más.”
El Libro de Arena.


(14)

“Me dijo que su libro se llamaba el Libro de Arena, porque ni el libro ni la arena tienen ni principio ni fin.”
El Libro de Arena.


(15)

“Si el espacio es infinito, nos encontramos en cualquier punto del espacio; si el tiempo es infinito, estamos en cualquier punto del tiempo.”
El Libro de Arena.


(16)
“Siempre es una palabra que no está permitida a los hombres.”
Ulrica.


(17)

“Nuestra conversación ya había durado demasiado para ser la de un sueño.”
El otro.


(18)

“Paracelso lo acompañó hasta el pie de la escalera y le dijo que en esa casa siempre sería bienvenido. Ambos sabían que no volverían a verse.”
La rosa de Paracelso.


(19)

“Toda esa noche no dormí, pues algo estaba combatiendo en mi corazón.”
El Inmortal.


(20)

“Durante una semana de curiosa felicidad, casi creí ser Shakespeare. La obra se renovó para mí.”
La memoria de Shakespeare


(21)

“Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto.”
La Biblioteca de Babel


(22)

“Mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.”
El Aleph


(23)

“Me sentí, por un tiempo indeterminado, percibidor abstracto del mundo.”
El Jardín De Los Senderos Que Se Bifurcan


(24)

“Al principio yo había sufrido el temor de estar loco; con el tiempo creo que hubiera preferido estar loco, ya que mi alucinación personal importaría menos que la prueba de que en el universo cabe el desorden.”
Tigres Azules


(25)

“Me quedaban unos amigos; dejé de verlos. Prisionero del Libro, casi no me asomaba a la calle.”
El Libro de arena.


(26)

“No lo escribí inmediatamente porque mi primer propósito fue olvidarlo, para no perder la razón. Ahora, en 1972, pienso que si lo escribo, los otros lo leerán como un cuento y, con los años, lo será tal vez para mí.”
El otro.


(27)

“Lo cierto es que vivimos postergando todo lo postergable; tal vez todos sabemos profundamente que somos inmortales y que tarde o temprano, todo hombre hará todas las cosas y sabrá todo.”
Funes, el memorioso.


(28)

“Un libro es una cosa entre las cosas, un volumen perdido entre los volúmenes que pueblan el indiferente universo, hasta que da con su lector, con el hombre destinado a sus símbolos.
Ocurre entonces la emoción, singular llamada belleza, ese misterio hermoso que no descifran ni la psicología ni la retórica. «La rosa es sin porqué», dijo Ángelus Silesius;
siglos después, Whistler declararía «El arte sucede».
Ojalá seas el lector que este libro aguardaba.”

Biblioteca Personal. Prólogos

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